sábado, 7 de marzo de 2009

Unos verdaderos ideales

Tras los resultados electorales del pasado domingo, la incógnita sobre quien formará el futuro gobierno vasco continúa. PNV y PSE, los grupos que obtuvieron una mayor cantidad de votos, y por lo tanto llamados a conseguir que su candidato sea finalmente lehendakari, han iniciado (o mejor dicho, proseguido tras la campaña) un duro cruce de acusaciones. Entre las habituales demagogias y reproches, hoy mismo aparecía en escena, junto al socialista Patxi López, la joven Sandra Carrasco, hija de Isaías Carrasco, asesinado por ETA en Mondragón hace un año. Sandra ha efectuado un discurso breve, emotivo y valiente, volviendo a conmover a los amantes de la libertad y la tolerancia como ya hiciera tras el vil crimen que acabó con la vida de su padre.

Una de las cosas que los peneuvistas reprochan a López es la ilegalización del sector mas radical de la izquierda abertzale, electorado que, en caso de no poder elegir su opción preferente, suele votar en blanco o a partidos que promueven, aun sin pistolas de por medio, el independentismo. Cuando a los malditos opresores españolistas les da por invalidar las listas de los radicales, evitando, por ejemplo, que reciban cualquier tipo de dinero que a la postre puede servir, perfectamente, para financiar la lucha armada contra el constitucionalismo rancio y carpetovetónico, los gudaris se cogen un rebote de aúpa, y con razón, señores. Aquí tienen los motivos:

Al igual que aquella célebre intérprete del “no cambié, no cambié”, estos chicos han cambiado tantas veces de nombre como Fran Rivera de novia: Batasuna, Herri Batasuna, Euskal Herritarrok... en esta ocasión, los expertos en marketing del partido, que deben ser como Risto Mejide pero con pasamontañas en vez de gafas oscuras, han elegido llamarlo D3M, denominación mas cercana a una marca de detergente que venden en el Lidl que a otra cosa. Aquí tenemos que desmontar la primera mentira que el colonialista gobierno de Madrid ha venido reiterando una y otra vez. Por mucho que Zapatero y Rajoy se empeñen en decir que estos grandes demócratas son siempre los mismos, la falacia es evidente. Son los mismos menos los que están en la cárcel, siempre por motivos políticos e injustificados. Y es que este partido, por mucho que su nombre y sus componentes cambien, mantiene sus firmes y pétreos valores democráticos, aunque Garzón, Grande-Marlaska y demás falangistas se empeñen en reventarles la fiesta.

Socialistas, feministas y ecologistas. Así se publicitaban estos mocetones cuando describían su ideología. Entre tanto cínico e hipócrita, es tranquilizador que exista gente tan dispuesta a cumplir con su palabra y llevarla hasta el final, sin fanatismos siempre, faltaría mas. Solo compromiso político. Pero mucho.

Su feminismo es incontestable. Lejos de la utópica paridad que persigue ZP, de ministerios de igualdad y demás pamplinas, esta peña actúa y, por eso, su número de asesinadas femeninas es notablemente inferior al masculino. Solo hay cribar entre las mas de mil víctimas de ETA para corroborarlo. Por si fuera poco, en un caballeresco ademán, si por exigencias del guión es una hembra la que debe ser liquidada (ya saben, opresora, enemiga o, simplemente, que pasaba por allí), se le dispara a bocajarro y no por la nuca, que eso es de cobardes y de mala chusma.

¿Y que me dicen de su profundo ecologismo? También es innegable. Una cosa es reventar cabinas y cajeros, meros aparatos sin sensibilidad alguna, y otra quemar un contenedor. Un borroka como Dios manda, comprometido con el medio ambiente, jamás incendiaría uno destinado a los residuos orgánicos, por poner un ejemplo. Podemos percibir su especial tacto con la naturaleza si nos percatamos de que sus máximos representantes viven o han vivido en estrecho contacto con el campo, habitualmente en caseríos en mitad del monte donde ningún cuerpo de seguridad pueda turbar su paz interior. Entre otros beneficios, estos sujetos también pueden incrementar, notablemente, la producción de biomasa, cuando el común de los españolitos decidimos, tras escucharlos, ciscarnos en sus putas madres.

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