viernes, 17 de abril de 2009

Roures, el mesías

Menos mal. Ante el esclavizante absolutismo de la Corona, sumidos en esta opresión salvaje a las que nos somete nuestro plusultracentralizado estado, llegó hace unos meses a nuestros quioscos el diario Público, adalid de la pluralidad y la libertad. Todos los trabajadores nos hemos suscrito a el, necesitados de sus constantes arengas, como referente intelectual contra el fascismo. Cualquier día nos obsequia con un póster gigante de ese amigo de la prole como fue el gran Stalin, o del camarada Fidel. Seguramente lo hará durante el fin de semana, cuando regala cultura incrementando, eso si, el precio del panfleto. El padre de la criatura, Jaume Roures, se jacta de haber apoyado, en determinados momentos de su vida, al movimiento de liberación nacional vasco. Ahí lo tienen, un hombre valiente y comprometido. Un libertador. Reclamando día y noche justicia para el pueblo catalán, repudiado por el resto del estado y sus múltiples nacionalidades (desde la murciana a la riojana), a cuyos intelectuales (escasos, ya saben que allende el Ebro solo hay lugar para paletos e imbéciles) los mas eruditos miembros de la cultura catalana –Joel Joan a la cabeza- exigían valentía y verdad con temas como los del Estatuto o los papeles de Salamanca. Curioso que esos adalides de la democracia y la libertad echen la vista hacia otro lado cuando se les habla de los Bienes de la Franja o el Archivo de la Corona de Aragón. ¿Cómo? ¿Qué no saben nada de eso? Ah, claro, deben de leer el Público

A la insumisa y exhibicionista Soraya Sáenz de Santamaría, desestabilizadora de patriotas

Los dioses bajaron de su atalaya
-Federico, Vidal y Pedro Jota-
al saber que su díscola gaviota
enseñaba los pies, ¡como en la playa!

Qué atrevida la golfa de Soraya
de mostrarnos, sin zapato ni bota
sus tobillos, solo por dar la nota
¡Fulana, te has pasado de la raya!

Merece un severísimo castigo:
Sufrir, cual expreso de medianoche
torturas en una chirona turca

Y si otra vez nos enseña el ombligo
haced de justicia y orden derroche,
a modo Afganistán, ¡ponedle un burka!